Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 25 de junio de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Serraclara, al Sr. Sánchez Ruano y al Sr. Castelar
Número y páginas del Diario de Sesiones: 109, 3.110 a 3.114
Tema: Ejercicio de derechos individuales

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Señores, con harto sentimiento me levanto hoy por cuarta vez a dirigir la palabra a las Cortes Constituyentes. Pero tranquilícense los Sres. Diputados, que pienso ser breve que no es Justo que por cuarta vez moleste, siquiera por breves momentos, la atención de la Asamblea.

Ha empezado el Sr. Castelar llamando a la circular del Ministro de la Gobernación ácido prúsico. S. S. no se conformaba con la gota de hiel que la atribuía el señor Serraclara, y ha querido que la circular sea nada menos que de ácido prúsico. Seguramente tiene que ser un ácido prúsico muy desvirtuado, o por lo menos tiene que hallarse este ácido prúsico envuelto en un contraveneno muy fuerte, porque esa circular hasta ahora no ha matado a nadie ni a nada.

Lo único que la circular tiende a matar son los extravíos de la libertad, son las locuras de la libertad, y en ese sentido bien puede tomare sin temor el ácido prúsico de la circular del Ministro de la Gobernación.

En agentes de orden público dice el Sr. Castelar que se han convertido él y sus amigos, y que casi casi debían vestir el uniforme que a los agentes dedicados a ese servicio tiene destinado el Gobierno. Pero yo quisiera que el Sr. Castelar, al cual no le niego los servicios que haya prestado al orden público, se hiciera cargo de una cosa, de que se hubiera economizado mucho S. S. ese trabajo si algunos de sus amigos no hubieran provocado los desórdenes con sus anárquicas predicaciones. ¿Qué me importa á mí que S. S. se convierta y algunos de sus amigos se conviertan también en agentes de orden público para impedir que el orden se altere si a consecuencia de ciertas predicaciones de otros de esos amigos se conmueve el sosiego público y se pervierte, el orden? Porque aparte, señores, de lo que habéis oído aquí todos los días; aparte de ese alarde de desobediencia y de falta de respeto a la Constitución del Estado, que induce, que excita a las masas a perturbar el orden público; aparte de eso hay todavía algunos que se dedican de vez en cuando a ir a las provincias con objeto de hacer en ellas predicaciones a los pueblos que les excitan y que los conmueven, Poniendo en peligro el orden, que después S. SS. quieren venir a sostener convirtiéndose en agentes de orden público.

Esto me recuerda, y permítame el Sr. Castelar que los diga, aquellos famosos versos

El Sr. D. Juan de Robres,

con caridad sin igual,

hizo este santo hospital

y también hizo los pobres

Pues bien, señores: yo le ahorraría con gusto ese trabajo: S. S, podría ahorrárselo muy bien prescindiendo de ciertas predicaciones y aconsejando a algunos de sus amigos que no las hagan, que no las continúen haciendo en bien del orden, en bien de la libertad y en bien de la patria.

Decía el Sr. Castelar que yo me he lamentado de que hayan nacido aspiraciones republicanas. No, Sr. Castelar, no me he lamentado de eso. Era natural que nacieran esas aspiraciones republicanas; yo las esperaba, eran consiguientes después de la revolución. Es más: eran tan lógicas esas aspiraciones, que es una cosa extraordinaria lo que aquí ha sucedido; pues generalmente, para pasar de una dinastía a otra, se emplea la forma republicana como paso, como puente, como tránsito a la nueva situación. Pero de que hayan nacido aspiraciones republicanas a que consultado el sufragio universal, a que reunidas las Cortes Constituyentes, a que discutida con amplia libertad la forma de gobierno que ha de regir en este país y acordada la monarquía; de que hayan nacido esas aspiraciones [3110] republicanas, vuelvo a decir, a que una vez acordada forma monárquica se insista en desobedecerla, se insista en proclamar otra forma de gobierno que la que las Cortes Constituyentes han acordado, hay una diferencia muy grande, y esto es lo que yo condeno: lo que condeno es falta de calma, de prudencia, de resignación de los sectores republicanos, porque habiendo adoptado como base de derecho político el sufragio universal, habiéndolo proclamado todos, siento y lamento que todos no nos sometamos a sus decisiones, y siento y lamento que por otros medios que los legales que la Constitución ha establecí se quiera aquí falsear completamente el fallo soberano las Cortes Constituyentes.

¿Sois republicanos? ¿Queréis la república? ¿Queréis que la forma republicana sustituya a la forma monárquica? Tenéis el camino ancho y expedito que traza la misma Constitución del Estado. Ganaos el sufragio universal por la discusión; ganáoslo por las formas legales que la Constitución os consiente, y cuando llegue el día en que los que sois minoría os convirtáis en mayoría, podréis encontrar por los mismos medios que la Constitución enseña el camino expedito para variar la Constitución y hacerla de monárquica que es hoy, republicana mañana.

Eso es lo patriótico, lo legal, lo justo, lo que hacen los partidos que son verdaderos partidos de gobierno, que no son partidos pesimistas (El Sr. Orense: Y sublevarse ) Sublevarse no. ¿Con qué motivo y con qué pretexto había de sublevar el Sr. Orense? ¡Sublevarse! Esas son las doctrinas que infundís en el pueblo, esa es la manera como lo educáis. Así, ¿qué extraño es que espantados vuestra propia obra os convirtáis en agentes de orden público si sois vosotros los que lo perturbáis?

Nosotros, dice el Sr. Castelar, debemos acatar, debemos respetar la Constitución del Estado, pero a condición de que se respeten nuestros derechos. Pues nosotros decimos lo mismo: nosotros acataremos, nosotros respetamos, nosotros haremos respetar los derechos del ciudad no, pero a condición de que el ciudadano cumpla con sus deberes; y uno de los deberes más ineludibles de los ciudadanos es respetar, es acatar el fallo soberano de las Cortes Constituyentes, respetar y acatar la forma monárquica que en su alta sabiduría han tenido a bien acordar como coronamiento de las instituciones políticas de España

Pero el Sr. Castelar nos ha dado una definición de libertad que si fuera exacta yo declaro que no seria liberal. En el fuego de su ardiente imaginación el Sr. Castelar decía que la libertad es el torrente, es la tormenta, es tempestad, es el huracán. Pues eso, en mi opinión, es desorden, es el desquicia miento; eso no es la libertad. creo que la libertad es la armonía de los derechos de los ciudadanos, es el concierto de los poderes públicos, es respeto de todos y cada uno de los derechos de los demás es el sosiego, es la tranquilidad, es el orden basado en acatamiento del poder a los derechos del ciudadano y en el acatamiento de los ciudadanos a los derechos del poder.

Pero ¿qué extraño es que el Sr. Castelar entienda esa manera la libertad cuando al hacerse cargo de una de las manifestaciones de Inglaterra, y al pintarnos el episodio de aquella manifestación, en que el lord corregidor, que es un ilustre personaje en aquel país y en todas partes, se vio atropellado por las turbas, pisoteado has el punto casi de perecer, nos decía el Sr. Castelar: "eso es la libertad; " y añadía: "¿Qué diría el Sr. Ministro de la Gobernación si viera que atropellaban las casas consistoriales, que apedreaban y rompían los cristales, que injuriaban y pisoteaban al alcalde popular de Madrid." Señores, decía el Sr. Castelar, "de seguro que el Ministro de la Gobernación al día siguiente vendría aquí a proponer una reforma en la ley de orden público."

No, Sr. Castelar: el Ministro de la Gobernación no aguardaría al día siguiente para castigar semejante atentado; en el acto procuraría salvar al alcalde popular, y castigar severamente a los que atropellasen su autoridad. (Aplausos.) Pues no faltaba más sino que el Gobierno fuera tan insensato que dejara así atropellar al alcalde primero de Madrid, cuando no debe dejar atropellar a ningún ciudadano. Si tiene el deber de defender y salvar de los atropellos a cualquier ciudadano, ¿no ha de tener el imperioso deber de defender y de salvar inmediatamente a la persona que está encargada de la autoridad popular, como lo es el alcalde primero de Madrid?

Si eso pasa en Inglaterra, pase enhorabuena; en Inglaterra hay cosas buenas y cosas malas; yo tengo esa por mala y no lo he de permitir en mí país. ¡Vaya una perspectiva agradable que de la libertad a gusto del señor Castelar nos ofrece S. S. 1 Atropellos de casas consistoriales, rotura de cristales, pisoteamiento de alcaldes. ¡Pues es apetecible la libertad del Sr. Castelar. Buen provecho haga á S. S. esa libertad, que yo á eso no llamo libertad, sino desorden, anarquía, barbarie.

Pero el Sr. Castelar, queriendo contestar á mis observaciones de esta tarde, queriendo darnos una lección de historia, y S. S. puede dárnosla porque es un gran historiador y es además catedrático de historia; no tiene más sino que algunas veces, embebido sin duda en sus elucubraciones filosóficas y políticas, olvida algo de lo que ha aprendido en la historia que está encargado de enseñar; y preguntando esta tarde yo sí en Inglaterra o en algunos de esos otros países donde las manifestaciones se verifican, si en Inglaterra o en uno de esos países libres había conocido o sabía de alguna manifestación que se verificara llevando banderas con el lema de abajo la forma de gobierno allí establecida, con el lema de viva la república o viva otra forma de gobierno contraria a la consignada en sus instituciones, el Sr. Castelar contestó sí; y ahora nos ha traído para confirmar su afirmación de esta tarde una manifestación nada menos que de hace veintiún años; porque también en esto está equivocado S. S., no fue esa manifestación el año 38 sino el 48. (El Sr. Castelar: Esa es otra.) Si fue otra, también le diré a S. S. lo que pasó con esa otra, porque por de pronto la manifestación a que ha hecho referencia el Sr. Castelar, esa manifestación que llevaba banderas, pero sin lemas contrarios a la forma de gobierno establecida y sólo con nombres que designaban los puntos a donde correspondían las diferentes agrupaciones que la componían, esa manifestación que en gran número recorría las calles de Londres, ¿sabe el Sr. Castelar cómo concluyó? Pues unos cuantos agentes de la autoridad se colocaron sobre una mesa, leyeron a aquella multitud algunos artículos de la Constitución e inmediatamente quedó disuelta.

Así es, señores, cómo yo quiero que hagan los españolas, así es corno se respeta la Constitución. ¿Y sabe el Sr. Castelar lo que sucedió después? Que la manifestación se convirtió en una petición por escrito, que apareció firmada por personas de tal importancia y de tal posición, puesto que apareció firmada hasta por individuos del gobierno de la Gran Bretaña, que al ver la falsedad de las firmas, cayó en el más espantoso ridículo y no se llegó a presentar. Yo le puedo decir al Sr. Castelar que en Inglaterra, ni en esos tiempos de grande libertad, ni el tiempos anteriores, ni en tiempos posteriores, jamás se [3111] han conocido manifestaciones en la forma y manera que S. S. quiere que se permitan en España.

No, Sr. Castelar, no sucede en Inglaterra eso; yo tengo la evidencia de que no lo ha presenciado ninguno que en Inglaterra haya estado.

Tampoco es exacto lo que aquí se ha dicho esta tarde Mr. Brigt. Este Ministro de la reina de Inglaterra no ha dirigido a los electores diciéndoles que era necesario destruir la monarquía, sino que se ha dirigido a ellos manifestándoles su opinión respecto de si conviene hacer alguna variación en el alto Cuerpo colegislador. Pero respecto de la monarquía, yo no tengo noticia de semejan cosa, ni es creíble que un Ministro de la monarquía se haya dirigido a los electores diciéndoles que es preciso hacer de la monarquía una república.

Que en Inglaterra se hacen caricaturas. ¿Y dónde no se hacen. caricaturas? ¿Pero qué tienen que ver las caricaturas que se hagan en Inglaterra, ridiculizándolo todo, a la monarquía como a la república, al monarca como presidente de república, como a todas las corporaciones individuos de aquel país, qué tiene que ver eso con esa procesiones tumultuarias, dando gritos contrarios a la forma de gobierno que la Constitución establece? También aquí se hacen caricaturas que, como las que ha, indicado el Sr. Ruano esta tarde, se compran en secreto y se enseñan a hurtadillas, porque los ojos de la honestidad se resisten a mirarlas. ¿Pero tiene algo que ver eso con la manifestaciones de que yo me he ocupado hoy con la manifestaciones que aquí se pretenden hacer?

Se ha ocupado el Sr. Castelar (y paso por alto una porción de ideas, cuya contestación dejo a mi digno compañero el Ministro de Gracia y Justicia), de la cuestión de imprenta, y dice que en la circular hay una tentativa para condenar a la imprenta. La hay, si la imprenta falta, y la imprenta puede faltar: ¿o es que vamos a suponer que por medio de la imprenta no se puede cometer delito de ninguna especie? ¿No se puede cometer delito de ninguna especie, dice. S. S.? Pues yo voy a citarle algunos que por medio de la imprenta pueden cometerse.

Hay uno que resuelve cometer un crimen cualquiera propone su ejecución a otro: es evidente que comete un delito, la proposición de cometer un crimen, y como es proposición puede hacerse de palabra o por escrito, claro está que puede hacerse por la imprenta. Pues hay tiene un delito cometido por la imprenta y castigado por el Código penal. Pueden suministrarse al enemigo documentos o noticias que conduzcan directamente al fin de hostilizar a la patria, y como esos documentos y noticias se pueden comunicar por escrito o por medio de periódicos, ahí tiene S. S. otro delito que puede cometerse por medio de la imprenta. Pueden. revelarse directa o indirectamente al enemigo los actos o negociaciones reservadas de que uno pudiera tener noticia por razón de oficio o por malos medios; y como esas revelaciones pueden hacerse de palabra o por escrito, claro está que también pueden hacerse por medio de los periódicos, y que es un delito cometido por medio de la imprenta. Puede hacerse la proposición para atentar a la vida o persona del rey o del inmediato sucesor, y como esa proposición puede hacerse por escrito, de ahí otro delito que se puede cometer por medio de la imprenta

¿Puede injuriarse al rey o al sucesor? Otro delito también cometido por medio de la imprenta. ¿Y puede, por último hacerse la proposición de rebelión, de sublevación, etc. etc., por medio de la imprenta? Pues vea el señor Castelar otro delito consignado en el Código.

Y pueden, en fin, decirse por medio de la imprenta los disparates, los absurdos y las atrocidades que se di con en este periódico que tengo en la mano, y del en voy á leer unos cuantos párrafos para recreo del Sr. Castelar y sus amigos: dice así, y el periódico es fresco, de estos días, se titula La voz del pueblo y tiene por segundo título " Viva la república y mueran los reyes. " "República queremos" es el epígrafe del artículo, que dice así:

"Españoles, la traición se ha consumado. (Estaba ya promulgada la Constitución del Estado.) Otra vez el pueblo español ha sido vendido por los que se llaman sus representantes."

No sé cuánto habréis ganado en esa venta que os atribuye este papel.

"Hicimos una revolución en septiembre para ser libres; volcamos un trono para que España tuviese honra; arrojamos lejos de nuestra patria a los Barbones para poder vivir con decoro, y la sangre de los hijos del pueblo corrió a torrentes para probar a Europa que todavía quedaba en el corazón de los españoles un resto de la hidalguía que. nos legaron nuestros padres

"Vosotros no tenéis derecho para levantar un trono La monarquía ha sido restaurada por la pandilla servil hipócrita que saqueó y deshonró a España bajo el amparo de Isabel. "

Pandilla, señores, llama este papel a vosotros los Diputados.

"Por los hombres que se hicieron revolucionarios para explotarnos, como lo han hecho, a la sombra de la revolución, por los que, antes de septiembre, no tenían que comer y hoy son millonarios. " (Risas. Otros Sres. Diputados: Basta. basta.) "Por los que han tomado dinero cuenta de este trono deshonrado que quieren vender Montpensier.

¿Consentiremos esa nueva afrenta? Continuaremos siendo el juguete de los eternos traidores a la causa de la libertad?

¿No hemos sufrido bastante todavía?

¿No han echado bastante cieno sobre el nombre d nuestra pobre patria?

" La revolución de Septiembre ha sido deshonrada: el pacto revolucionario, roto: tras ricas y populosas ciudades de Andalucía entregadas al saqueo y al degüello."

Sigo porque aún falta lo mejor. Dice después

" Ciudadanos: La capital de Andalucía tiene un grande y sagrado deber que cumplir en las críticas circunstancias que atravesarnos: dentro de muy poco tiempo nuestros hermanos de Cataluña, Aragón y Valencia lanzarán el grito de guerra desplegando la bandera republicana."

Porque este periódico se publica en Sevilla, en la culta Sevilla. Ahora viene el trueno gordo, oíd:

" Españoles: Aprovechad el tiempo: armaos todos: nuestros enemigos han querido que se decida la cuestión a balazos, Y es necesario darles ese gusto." (Grandes risas.)

¿Qué piensan los republicanos federales de este periódico y de periódicos de esta naturaleza? ¿No deben condenarse? ¿No debe hacerse nada con ellos? ¿Deben pasar desapercibidos? ¿No hay aquí delito. ni siquiera abuso?

Pues bien, Sres. Diputados, corno hablo con el señor Castelar voy a referirme a sus amores, a la república Suiza. Allí se considera y se cree que por medio de la imprenta se pueden cometer abusos, y lo consigna esa liberalísima Constitución que tanto envidiaba SS. y con la que se daba por altamente satisfecho. La Suiza dice en su Constitución acerca de la imprenta lo que va a oír S. S., que, por lo visto, aunque sabe mucha historia, olvida aquello que le conviene. [ 3112]

Artículo 45 de la Constitución S uiza, de la Constitución de los amores del Sr. Castelar

Art. 45. Queda garantida la libertad de imprenta Sin embargo, las leyes de los diversos cantones determinan las medidas necesarias para la represión de los abusos. Si nosotros hubiésemos dicho eso en la Constitución ¡qué reaccionarios hubiéramos sido! Pero lo han dicho los suizos y estos son muy liberales, nosotros no.

Y sigue el art. 45 de la Constitución de Suiza, y cito la Constitución suiza porque es la Constitución que más debe halagar al Sr. Castelar, porque es republicana, porque es federal, porque es de donde sacó la fantasía de esa forma de gobierno para nuestro desgraciado país. Sigue artículo da la Constitución y dice:

" La confederación puede asimismo imponer penas para reprimir los abusos cometidos contra ella o contra sus autoridades."

No se contenta la Constitución Suiza con que el cantón tenga una ley represiva de imprenta, sino que además dice que la república entera tendrá una ley para reprimir los abusos que cometa la imprenta contra la patria o contra las autoridades.

¿Pues qué diría el Sr. Castelar si la circular del Ministro de la Gobernación dijera tanto como dice la Constitución liberalísima y queridísima del Sr. Castelar? Pero ya se ve, yo que ha escrito esa circular me llamo Sagasta, soy español como el Sr. Castelar, me conoce de antiguo, y soy por consiguiente para S. S. reaccionario malo; pero aquellos señores autores de la Constitución suiza son extranjeros, hablan distinta lengua, no son conocidos del Sr. Castelar, y esto basta para que sean muy liberales y muy buenos.

Voy ahora á contestar, porque a mí no me gusta dejar cuentas atrasadas, al Sr. Díaz Quintero, que me ha interrumpido al leer el artículo de ese famoso periódico diciendo: "Eso no vale nada." (El Sr. Díaz, Quintero pide la palabra para una alusión personal.) Si yo dijera desde aquí que un periódico dice que S. S. está vendido a Isabel II no diría: "Eso no vale nada." Pues ese periódico decía que nosotros estábamos vendidos a Montpensier.

El Sr. Castelar decía: "¿Ven los Sres. Diputados adónde puede conducirnos una imprudencia del Gobierno o del Sr. Sagasta? El Sr. Sagasta, quiera impedir las manifestaciones tumultuarias, las manifestaciones hostiles abierta mente contra la Constitución del Estado, las manifestaciones en que se dan gritos que yo llamo subversivos, y desde momento en que el Sr. Sagasta quiere prohibir eso, ya al Sr. Díaz Quintero, que tiene poca voz y que está expuesto a volverse tísico, según el Sr. Castelar, le entra la manía de decir viva la república en todas partes, y al Sr. Robert le ha entrado la misma manía porque ha dicho el Ministro de la Gobernación que eso no se debe ni se puede hacer. Pues ese es el mal que yo veo y que yo deploro, porque esto que S SS. hacen aquí sin consecuencia de ninguna especie, traducido por las masas significa otra cosa, significa la desobediencia completa, la falta de respeto a la autoridad, y basta que una autoridad haga o disponga dentro de la ley una cosa aunque sea justa, para que la masas se opongan á ella, haciendo alarde de desobediencia como S. SS.; y así no hay orden ni es posible el ejercicio de la libertad.

Por lo demás, decía el Sr. Castelar: el Sr. Sagasta se verá mañana en la precisión de someter a los tribunales a los Sres. Díaz Quintero y Robert; al día siguiente se va ver en la precisión de someter a los tribunales a la mino ría republicana, a 60 republicanos, y véase qué perturbación, qué escándalo, qué conflicto, y todo, ¿por qué? Por la imprudencia y por la garrulería del Ministro de la Gobernación. No. Si esto sucediera sería por la imprudencia y por la garrulería del Sr. Castelar y sus amigos: aquí estamos discutiendo, estamos en desacuerdo sobre la línea que separa el verdadero ejercicio de los derechos individuales del abuso de estos derechos. Tendrá S. S. razón o la tendré yo; pero sobre ambos está la Cámara, y cualquiera cosa que decida la Cámara, a ella nos debemos atener tanto S. S. como yo. Pues bien: ya sabéis que la mayoría opina como yo, y no tenéis derecho para hacer ese alarde de obediencia y falta de respeto al fallo de la soberanía nacional, al fallo de las Cortes Constituyentes, a que acabo de apelar.

Y si lo hacéis, tanto peor para vosotros; el conflicto será por vosotros, la responsabilidad será vuestra, la imprudencia y la garrulería estarán de vuestra parte, no de parte del Ministro de la Gobernación.

Pero esté tranquilo S. S.; yo creo que eso no sucederá, porque las personas de que se trata son bastante sensatas, son muy sensatas para hacer semejantes tonterías; por eso no me dio cuidado al oír esta tarde lo que dijo el Sr. Díaz Quintero, pues lo hizo en un momento de exaltación. Pero si S. S. se empeña en hacer esas cosas, si al comer, si al almorzar, si al entrar y salir en su casa, si al ir a paseo y en todas partes va diciendo viva la república, no me tomaré yo la molestia de mandar prender a S. S., porque las gentes creerán que se ha vuelto loco, aunque, las gentes lo creerán sin razón; pero al ver a S. S. dominado por esa manía tan pertinaz, no será extraño que crean se ha vuelto loco; y si las gentes se empeñan en decir que está loco, bastante desgracia tendrá, porque cuando las gentes se empeñan en decir eso, por sano y cuerdo que esté uno, loco será. Yo lo sentiré mucho porque le aprecio a S. S., y si las gentes conceptuaran que su locura se iba haciendo peligrosa, me temo que pudieran hacerle encerrar en una casa de Orates. Pierda, pues, cuidado el Sr. Castelar que no llegará el caso que S. S nos pintaba con tan horribles colores.

Pensaba ocuparme de algunos otros puntos en que se ha ocupado S. S. Pero voy a concluir. (El Sr. Ministro de Gracia y Justicia (Martín de Herrera) pido la palabra ) Quiero dejar la contestación de esos plintos a mi amigo Sr. Ministro de Gracia y Justicia. Solo voy a decir a su señoría una cosa en un tono amistoso, sin deseo de luchar; no quiero reñir, me cuesta mucho reñir, y cada riña es un gran disgusto para mí; pero cuando llega el caso de reñir riño hasta donde puedo, en cumplimiento de mí deber.

Lo que hemos hecho aquí es el producto, lo decía esta tarde, del sufragio universal. Si eso no se acepta, si no respetamos los derechos de los demás y nos respetamos a nosotros mismos, no sólo no tendréis la libertad que ahora tenéis, sino que nos quedaremos todos sin libertad. Yo le hago una observación al Sr. Castelar. Muchos de los que quieren perder la libertad a causa de sus extravíos no han de perder nada con la pérdida de la libertad: porque S, S. y yo tenemos mucho que perder. Mientras que algunos de los que cometen todo género de tropelías, y quieren desacreditar la situación, y quieren mancillar la libertad con sus extravíos y sus abusos, podrán vivir tranquilamente en España, y si no ganan con la situación que venga, nada perderán, el Sr. Castelar y alguno de sus amigos y yo no encontraríamos ni un palmo de tierra en España donde colocar el pié, y gracias que pudiéramos alcanzar tierra extranjera. Pues bien, los que con amenazas procuran romper el pacto revolucionario que a todos debe ligarnos; los que no tienen inconveniente en manifestar de [3113] todos modos su repugnancia al acatamiento de los fallos soberanos de las Cortes Constituyentes; los que así colocan a nuestros enemigos en el camino de la victoria, esos podrán proclamar muy alto el sufragio universal pero a condición de no respetarlo si no se amolda a su soberbia voluntad; esos podrán proclamar muy alto la soberanía nacional, pero sin someterse a ella sino cuando la soberanía nacional esté conforme con sus deseos. Esos podrán llamarse liberales, podrán decirse republicanos, podrán apellidarse patriotas; pero la verdad es que no quieren posponer su loca soberbia Y su ridícula vanidad al interés de la patria, al porvenir de la revolución y al afianzamiento de la libertad.



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